Segunda parte de el capítulo sobre el papel neerlandés durante el mayor conflicto del siglo XX.
- La amenaza alemana y la neutralidad holandesa
En el año 1933, Marinus van der Lubbe fue acusado de incendiar el Reichstag. El holandés fue encerrado y condenado a muerte en la guillotina. Poco después se sucedieron las detenciones de todo tipo de militantes de izquierda en Alemania. El extremismo nazi alcanzaba así la cima del poder político y comenzaba a volver sus ojos hacia Europa. En los Países Bajos empezó a palparse un clima de inseguridad que llevaría al gobierno a comenzar la modernización del más que anticuado ejército nacional.
Poco a poco se iban sucediendo las conquistas nazis por toda Europa: Austria, Checoslovaquia… Cuando Hitler posó su mirada sobre Polonia dio comienzo la Segunda Guerra Mundial. Los Países Bajos esperaban que se respetase su neutralidad como sucedió durante 1914, pero esta vez tenía enfrente a otra Alemania muy distinta. Tras aniquilar el ejército polaco la maquinaria de guerra alemana se fijó en los países nórdicos, ricos en materias primas y zona imprescindible para el control del mar Báltico. Al poco tiempo cayeron Noruega y Dinamarca. La primera seguía contando con ayuda británica y francesa en la zona del puerto de Narvik, pero la capital y las ciudades más importantes ya habían caído.
Pronto les llegó la hora a los países neutrales del centro europeo, futuro Benelux, formado por Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Frente a la frontera holandesa el alto mando del ejército alemán (OKH) había desplegado el Grupo de Ejércitos B, al mando del general Fedor von Bock, que comprendía el 18º Ejército (Küchler) y el 6º (Reichenau), situados entre Nimega y Maasrtich.
- La amenaza alemana y la neutralidad holandesa
En el año 1933, Marinus van der Lubbe fue acusado de incendiar el Reichstag. El holandés fue encerrado y condenado a muerte en la guillotina. Poco después se sucedieron las detenciones de todo tipo de militantes de izquierda en Alemania. El extremismo nazi alcanzaba así la cima del poder político y comenzaba a volver sus ojos hacia Europa. En los Países Bajos empezó a palparse un clima de inseguridad que llevaría al gobierno a comenzar la modernización del más que anticuado ejército nacional.
Poco a poco se iban sucediendo las conquistas nazis por toda Europa: Austria, Checoslovaquia… Cuando Hitler posó su mirada sobre Polonia dio comienzo la Segunda Guerra Mundial. Los Países Bajos esperaban que se respetase su neutralidad como sucedió durante 1914, pero esta vez tenía enfrente a otra Alemania muy distinta. Tras aniquilar el ejército polaco la maquinaria de guerra alemana se fijó en los países nórdicos, ricos en materias primas y zona imprescindible para el control del mar Báltico. Al poco tiempo cayeron Noruega y Dinamarca. La primera seguía contando con ayuda británica y francesa en la zona del puerto de Narvik, pero la capital y las ciudades más importantes ya habían caído.
Pronto les llegó la hora a los países neutrales del centro europeo, futuro Benelux, formado por Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Frente a la frontera holandesa el alto mando del ejército alemán (OKH) había desplegado el Grupo de Ejércitos B, al mando del general Fedor von Bock, que comprendía el 18º Ejército (Küchler) y el 6º (Reichenau), situados entre Nimega y Maasrtich.
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