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lunes, 11 de agosto de 2008

JJOO Berlín 1936 o cómo triunfó el talento ante el racismo

¿Quién iba a pensar en 1931, año de la elección de Berlín como sede olímpica, que 5 años después los juegos se convertirían en un intento del nazismo por convencer al mundo de la superioridad de la raza aria y de la inferioridad de los ciudadanos judios o de color?


Corría el año 1936 cuando la ciudad de Berlín se engalanó de banderas y esvásticas para recibir a las 49 delegaciones estatales que contribuían con 4066 atletas a la causa olímpica. Los intentos de boicot de distintos países y la amenaza de una guerra latente por las calles del Reich no ensombrecieron la organización de los juegos. La negativa de acudir a la cita olímpica por parte de la España republicana apenas tuvo influencia tras el comienzo de la guerra civil y las dudas de los estadounidenses quedaron en papel mojado. El Führer concibió la cita como una oportunidad de aminorar el liderazgo francés e inglés en Europa y aumentar el de Alemania. Supuso también un intento por demostrar las ya famosas y nada científicas teorías racistas nazis. El caso es que, salvando el contexto histórico, la cita olímpica comenzó como cualquier otra anterior. los más grandes y laureados dirigentes del nazismo (Joseph Goebbels, Albert Speer...) se encargaron de una puesta en marcha que incluyó muestras del poderío tecnológico alemán, como el sobrevuelo del dirigible Hindenburg de Berlín y del estadio olímpico (Olympiastadion). Los tintes antiétnicos también estuvieron presentes mediante la apología del nazismo al final de la ceremonía inaugural, cuando 100000 personas gritaron al unísono ¡Heil, Hitler!.


OWENS, el Victorioso y la verdad con Hitler

La competición se vivía como una lucha entre arios y negros, judios e incluso blancos. Cada triunfo alemán se consideraba en Alemania la mayor victoria jamás contada y cada derrota americana se celebraba aún más. El mismo Hitler rompió el protocolo para saludar a los primeros compatriotas en conseguir medalla. Al final de los juegos Alemania domiaba el medallero por decenas de peseas, pero no fue por eso por lo que estos juegos pasaron a la historia. Hubo un nombre que resaltó ante todos los demás: Jesse Owens. Este ciudadano americano de color fue considerado un atleta de segunda hasta en su país pero tras ganar las finales de 100 metros, 200 metros, 4x100 y salto largo se postuló como el desafío al nazismo. Si bien es cierto que no fue felicitado por Hitler, Owens recibió una misiva de felicitación por parte del gobierno alemán mientras que su propio gobierno no se dignó a felicitarle. Aún así su figura quedó en la historia como el atleta que luchó contra el fanatismo nazi y lo venció.


Una curiosidad, para acabar

Berlín fue el primer acontecimiento olímpico en el que se estableció la marcha de la antorcha olímpica y el pebetero como muestra del espíritu olímpico. este hecho se ha conservado hasta la actualidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un blog muy interesante.

Habría que añadir que el premio que recibió Jesse Owens fue el inmediato final de su carrera, ya que al negarse a participar en la gira post-olímpica (para que el comité olímpico de EEUU recuperara el dinero gastado) se le retiró el estatus de amateur y se lo dejó fuera de todas las pruebas atléticas. Una auténtica vergüenza.

Una historia menos conocida es la de Frank Lubin / Pranas Lubinas, el padre del baloncesto lituano.

Luis dijo...

Muchas gracias por el cumplido. Tienes razón sobre Jesse Owens y también cabe reseñar que el gran Owens tuvo que volver a trabajar como botones en el hotel Waldorf-Astoria. Eso sí que es una vergüenza después de la gesta.

Un saludo y gracias por visitar este humilde blog.

PD: Sobre Lubin no conocía nada pero intentaré hacer una reseña en algún otro post.